miércoles, 5 de mayo de 2010
Altruismo empresarial
El pasado sábado 1 de mayo, el Dalai Lama publicó en su Twitter (sí, la espiritualidad también puede circular por las venas de la moderna tecnología y sin duda él ha sabido aprovecharlo), la siguiente frase: “Por idealista que pueda sonar, el altruismo, y no sólo la competencia y el deseo de riqueza, debería ser una fuerza motriz en los negocios”.
Destacan dos ideas en el texto del líder budista: una, el que diga que el altruismo debe ser una fuerza motriz (“driving force”, es el término que utiliza); no algo bueno, o deseable, o conveniente, sino algo que conduce a la empresa, que la guía, que le da sentido a muchos de sus esfuerzos. La otra, el que hable de altruismo, que es una palabra que en el ámbito de los negocios puede sonar demasiado lejana. Por eso se recurre a un concepto más “neutro”, por llamarle de alguna forma, que es el de “responsabilidad social”.
La Real Academia Española define al altruismo como “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. También se le suele entender como un sacrificio personal que se hace por el beneficio de otros. Implica, entonces, más que desprenderse de lo que uno no quiere, o de lo que a uno le sobra, dar a los demás algo que para uno mismo es valioso.
Ese algo no necesariamente es dinero, o un bien tangible; puede ser tiempo que se destina a una obra benéfica (y el tiempo nunca sobra, por cierto), o comportamientos encaminados a ayudar, como el demostrar cariño, ser empático o dar consejo y orientación a quien lo requiere.
El altruismo está muy emparentado con la compasión, que es considerada por las grandes religiones, especialmente por el budismo, como el principio fundamental ético de las relaciones con otras personas y con todos los seres vivos. Thomas Merton, uno de los grandes místicos del siglo XX, lo expresó así: “la idea de compasión está basada completamente en una profunda conciencia de la interdependencia de todos los seres vivientes, que son todos parte unos de otros, y están todos envueltos en los demás”.
¿Posibilidad o utopía?
Si el altruismo consiste en buscar el beneficio ajeno aun a costa del propio, y la compasión implica la conciencia de la interdependencia, parecería a primera vista que es incompatible con los negocios, y que por lo tanto la frase del Dalai Lama sería no solamente idealista, sino hasta utópica.
De hecho, este ha sido el centro de la polémica generada alrededor de la responsabilidad social en los últimos años. Hay quienes aseguran que ayuda social y espíritu empresarial son conceptos contrarios, ya que un negocio ha sido creado, precisamente, para obtener la mayor utilidad posible, el retorno a la inversión más alto que se pueda generar; por lo tanto, dar implica distraer recursos que tendrían que ser utilizados para llevar a cabo actividades productivas. Por eso, dicen, cuando una empresa aplica esos recursos en labores sociales, lo que está haciendo, más bien, es responder a lo que los psicólogos sociales conocen como “Intercambio social”.
De manera sencilla, se puede decir que éste consiste en dar para conseguir algo a cambio, buscando una economía social en la que se minimicen los costos y se maximicen las recompensas. Así, el donar dinero u otros bienes a alguna labor social o grupo necesitado, puede redundar para la empresa en una mayor presencia en medios, un incremento de su reputación y hasta publicidad “gratuita”, sin mencionar las ventajas fiscales que este tipo de acciones traen consigo.
Hay también quienes defienden que sí hay empresas que actúan con un auténtico espíritu de responsabilidad social, y hasta de altruismo, que están dispuestas a sacrificar parte de sus ganancias por apoyar a grupos desprotegidos y a diferentes obras de beneficio comunitario, además de emprender acciones de protección al medio ambiente.
Sin duda, en el medio empresarial se dan los dos casos, el “intercambio social” y el deseo desinteresado de ayuda. Este último funciona mejor cuando, más que regalar, la empresa aplica el principio de subsidiariedad: tanta ayuda como sea necesaria, tanta autoayuda como sea posible; es decir, las personas y comunidades deben asumir la responsabilidad por su propio desarrollo, y quien ayuda lo hace buscando que la dependencia sea la mínima posible, y sólo por el tiempo estrictamente necesario.
Si el altruismo se aplica generando este sentido de responsabilidad, no sólo será una fuerza motora de la empresa, sino también de la sociedad toda.
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