"Todos los avances significativos fueron rupturas en las antiguas formas de pensar"
Thomas Kuhn

jueves, 21 de enero de 2010

Huevos con jamón


La muy conocida analogía del cerdo y la gallina para ilustrar la diferencia que hay entre compromiso e involucramiento, es muy cierta. Para hacer un plato de huevos con jamón, la gallina se involucra, pero el cerdo se compromete.

El compromiso es definido por la Real Academia Española como una “obligación contraída” o “palabra dada”. Tiene que ver, entonces, con el hecho de cumplir con algo de lo que uno se ha hecho responsable. Implica hacer todo lo que sea necesario para que las expectativas de aquél con quien nos comprometimos se vean satisfechas, y hasta superadas.

De lo anterior se desprende que para comprometerse no basta con aplicar la ley del mínimo esfuerzo, o con hacer las cosas de manera satisfactoria, pero mediocre. Por el contrario, hay que dar ese valor agregado que logrará el máximo nivel de cumplimiento posible.

El primer compromiso que se debe generar, el que dará origen a todos los demás, es con uno mismo. Así como las buenas relaciones con los demás sólo pueden derivarse de estar bien con nosotros y de tener un adecuado manejo de las emociones, el compromiso con la familia, los amigos, la empresa, los clientes y otras instancias con las que nos relacionamos, tendrá como fundamento el que establezcamos con el propio yo. Como bien se dice, no se puede ser candil de la calle teniendo oscuridad en casa.

El compromiso con uno mismo se da cuando definimos con claridad nuestras metas personales y profesionales, y tenemos la firme intención de cumplirlas (lo que no sucede, por ejemplo, con la mayoría de los llamados propósitos de año nuevo). Esa intención pondrá en marcha nuestra voluntad y la encaminará en la dirección que las propias metas marcan. Es entonces cuando realmente aparece el compromiso, ese momento en el que las intenciones se convierten en acciones concretas y consistentes.

El compromiso con los demás

El principio se aplica de igual forma cuando nos comprometemos con terceros. Por ejemplo, el compromiso con la familia tiene que ver con la parte económica, en términos de procurarle una vida digna, pero también con la emocional: cariño, cercanía, interés, empatía, comunicación, preocupación por conocer sus problemas e inquietudes y por contribuir a solucionarlos. Hay quienes piensan que están comprometidos con su familia porque la mantienen, pero el hecho de nunca verla, de no estar con ella o de dedicarle muy poco tiempo, de no demostrarle de diversas formas el cariño que se dice tenerle, indica lo contrario.

Lo mismo sucede con la empresa. Comprometerse con ella significa llegar a trabajar todos los días teniendo plena conciencia de lo que se espera de uno, y haciendo todo lo posible no solamente por responder a esa expectativa, sino por superarla; no es nada más hacer las cosas, sino hacerlas bien, a tiempo y, lo que es muy importante, con gusto. Cuando a las personas nos gusta lo que hacemos, lo hacemos mejor, nos fijamos metas más altas y hasta el tiempo se nos va más rápido. No vemos al trabajo como una serie interminable de horas que todavía tenemos por delante, sino como un tiempo que disfrutamos, en el que podemos poner en práctica muchas de nuestras habilidades y aplicar nuestros conocimientos.

Trabajar con gusto implica asimismo trabajar bien con otros, contribuir a que, conjuntamente, se alcancen los objetivos fijados, a través de la colaboración y el espíritu de equipo; ver a los demás como clientes que necesitan de lo que uno hace para lograr sus propios resultados, y dárselos con los niveles de calidad y con la oportunidad requeridos.

Al igual de lo que sucede con el compromiso con uno mismo, el compromiso en el trabajo tiene que partir de la claridad en los objetivos buscados, y en el papel que cada quien debe desempeñar para alcanzarlos. A partir de ese conocimiento, hay que llevar a cabo el esfuerzo que permitirá llegar a ellos.

El eslabón final de la cadena del compromiso, y el más importante en términos del trabajo, son los clientes externos. Comprometerse con ellos, en el sentido que se ha manejado de saber lo que se busca y realizar lo necesario para que se dé, es lo que le permite a la empresa permanecer en el mercado y desarrollarse. Hoy en día, los clientes le otorgan su preferencia a las organizaciones que les demuestran, día a día, su compromiso con ellos; a aquellas que aportan el jamón al platillo.

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