"Todos los avances significativos fueron rupturas en las antiguas formas de pensar"
Thomas Kuhn

martes, 5 de enero de 2010

Propósitos para la década


Casi sin darnos cuenta de ello, se nos vino encima el inicio de la segunda década de este siglo. Dado que los arranques en general son buenos para definir lo que se hará, en aras de asegurar en lo posible que las cosas salgan bien, no está por demás que los mexicanos establezcamos algunos propósitos para los diez años que tenemos por delante.

Hay quienes seguramente se preguntarán por qué formular propósitos a tan largo plazo; la razón es que algunos de ellos, quizás la mayoría, representan cambios en nuestra forma de ser, es decir, en nuestra cultura, que sería ingenuo pensar que en uno, dos o unos pocos años pudieran darse por completo. Se puede, sí, ir avanzando, de manera que para el final de la década seamos un país muy diferente, en muchos aspectos, al que ahora somos. Lo que es indispensable es empezar, porque de por sí ya vamos tarde en la carrera de la competitividad nacional y organizacional.

El primero es actuar responsablemente con nosotros mismos. Esto significa cuidar de nuestro desarrollo integral: físico, mental y espiritual, llevando a cabo las acciones que lo propicien, desde el ejercicio y la dieta sana, hasta nuestro crecimiento como personas, pasando por la actualización constante, a fin de estar al día en nuestra profesión, y conscientes del estado que guarda el mundo en el que vivimos, para saber cuál es nuestro papel en él y lo que se espera de nosotros. Para que esto se dé, tenemos que desarrollar el sentido de autodisciplina.

El segundo es actuar responsablemente con los demás, lo que implica ser conscientes de lo que tenemos que hacer y hacerlo bien y a tiempo, sin necesidad de que haya alguien vigilando que suceda para danos un premio o aplicarnos un castigo, según sea el caso. Los demás son aquellos con quienes interactuamos todos los días: familia, amigos, compañeros de trabajo (jefes, pares, colaboradores), clientes, proveedores, conocidos, personas con las que tenemos un trato incidental, e incluso personas a quienes no conocemos, como todas las que conducen o caminan por las mismas calles que nosotros.

La responsabilidad hacia los demás incluye el respeto a sus personas y a sus derechos, la colaboración, y el cumplimiento de las obligaciones y compromisos que tenemos contraídos con ellos.

Más allá de la euforia futbolera

El tercero es actuar responsablemente con el país. En México se nos da mucho sacar la bandera, ondearla, colocarla en los autos en las fiestas patrias, ir a algún centro de reunión a celebrar un triunfo futbolístico nacional, pero esas manifestaciones externas son superficiales (además de que a menudo conllevan el vandalismo y la falta de respeto a los demás). La responsabilidad con el país demanda necesariamente una responsabilidad social, es decir, el llevar a cabo acciones que preserven nuestro entorno, aseguren el cumplimiento de los derechos ciudadanos y nos hagan asumir las responsabilidades y obligaciones que tenemos.

El cuarto es ser proactivos, no esperar a que otros tomen la iniciativa y hagan las cosas primero; actuar con flexibilidad, con apertura al cambio, con creatividad, tomando riesgos calculados, dejar de ser dependientes y conformistas, confiar en nuestros propios recursos y no atenernos a que terceros, sean naturales o sobrenaturales, nos resuelvan la vida.

El quinto es ser constantes, no dejar las cosas a medias, ni darnos por vencidos cuando no salen a la primera como queríamos. Dar seguimiento a los proyectos, asegurar su realización, establecer mecanismos de control y evaluación, mejorar constantemente todo lo que se pueda.

El sexto es pensar en términos de resultados, orientarnos al logro, desarrollar la satisfacción que da el alcanzar y superar las metas establecidas (para lo que previamente, por supuesto, deben haber sido establecidas). Dejar atrás el “ya casi”, el “ya merito”, y, por supuesto, el “ahí se va”.

El séptimo es que, dado que nuestro fuerte no es precisamente la planeación, planeemos qué haremos para que los seis propósitos anteriores no pasen de ser, como suele ocurrir, solamente un buen deseo.

Seguramente se pueden formular más propósitos de década, pero es mejor trabajar en serio en unos cuantos, que dejar inconclusos muchos de ellos. La pregunta crucial es “¿Qué voy a hacer yo para que esto se alcance? No hay que endosar a los demás las responsabilidades propias (ver el primer propósito de esta lista).

Si no queremos que otros nos ganen la carrera, como de hecho ya está sucediendo, más nos vale que vayamos empezando. Si llegamos antes a la meta, mejor. Lo importante es que en diez años podamos decir son satisfacción que nos propusimos cambiar a nuestro país y lo logramos.

2 comentarios:

  1. Así es, Horacio...creo que culturalmente estamos frenados en las visiones de corto plazo, lo cual produce mayor temor y una mínima resistencia a la frustración por lo estrecho de las mismas. Aplicar una visión panorámica/amplia, nos permite al menos tener la certeza de que hay algo más. No estaría mal que como propósito de año nuevo, cada quien fuera al lugar más alto de su localidad, desde donde pueda tener una imagen panorámica de toda la región e imaginar las oportunidades que pueden existir y no se han aprovechado.
    Saludos. Israel

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  2. Gracias, Israel, me parece muy interesante esa sugerencia que haces. Efectivamente, a veces tenemos estrechez de miras y visiones cortoplacistas, en lugar de mirar el horizonte desde lo alto, para ver que las oportunidades ahí están, y que hay que estar conscientes de que algunas se pueden aprovechar de inmediato, mientras que otras habrá que trabajarlas para lograrlas en un plazo más largo.

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