"Todos los avances significativos fueron rupturas en las antiguas formas de pensar"
Thomas Kuhn

viernes, 12 de febrero de 2010

Poner en común


Como cualquier persona podrá constatar fácilmente con base en su propia experiencia, las relaciones interpersonales no son fáciles y a menudo es grande el esfuerzo que las partes tienen que hacer para que sean sanas y productivas, superando los problemas, conflictos y malos entendidos que se suelen dar en ellas.

Quizás uno de los factores que más entorpecen las posibilidades de una buena comunicación, es el marco de referencia de los interactuantes, que se define como la forma particular que las personas tenemos de percibir la realidad y de darle significado a la información que recibimos. Este marco de referencia es producto de nuestra historia personal, las experiencias que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, la educación que hemos recibido, nuestros objetivos e intereses, valores y creencias, conocimientos y habilidades, e incluso del estado físico y anímico en el que nos encontramos en un momento dado.

El problema se genera porque cada persona tiene su propio marco de referencia, su forma particular de ver las cosas, que varía en mayor o menor grado de como las ven otras, lo que origina diferencias que pueden llevar a enfrentamientos desgastantes y disfuncionales y, eventualmente, al rompimiento de la relación.

En la medida en la que las personas tienen un marco común de referencia, perciben muchas cosas de una manera parecida, con lo que aumentan las probabilidades de que se entiendan y disminuyen el riesgo de que se presenten conflictos disfuncionales entre ellas.

La mejor forma de aumentar el marco común de referencia es la comunicación efectiva. Basta recordar que esta palabra, por su raíz etimológica, significa “hacer común algo”. Entonces, mientras mejor nos comuniquemos, tendremos más cosas en común y nuestra percepción de la realidad será más homogénea.

Crear nuevas realidades

La comunicación permite, entonces, que las partes vean las cosas de una manera parecida. Los especialistas han encontrado que cuando las personas o grupos están enfrascados en un conflicto disfuncional (es decir, destructivo, desgastante y que pareciera no tener solución), es importante que creen nuevas realidades, porque muy probablemente, el conflicto se haya generado por las diferentes percepciones que se tienen alrededor de la misma situación.

Si las partes en conflicto son capaces de replantearse la realidad y de coincidir en la manera de verla, las probabilidades de darle fin al problema que hay entre ellas serán mucho mayores. Esto se logrará si se comunican bien, lo que implica desarrollar dos habilidades básicas: hablar y escuchar. Ambas son igualmente importantes, por lo que hay que trabajar en ellas con la misma intensidad. Algunas personas pueden tener una mayor facilidad para una de las dos, por lo que deberán poner más atención en la otra, a fin de llegar a un equilibrio y ser, con ello, mejores comunicadores.

Hablar se entiende como ser claro, decir las cosas con sinceridad y hacer uso de la asertividad, que es la capacidad de externar nuestras opiniones, inquietudes, dudas, sentimientos, o todo aquello que queramos compartir con el otro, en aras de mejorar o mantener sana la relación con él, o de solucionar el conflicto que enfrentamos.

En una cultura como la nuestra, en la que la comunicación es más bien ambigua para evitar el enfrentamiento, esta habilidad asertiva no se nos da, y desarrollarla no es precisamente fácil. Sin embargo, el que no sea fácil no quiere decir que no sea necesaria.

Pero si hablar, en este sentido de asertividad, es difícil, mucho más lo es escuchar, ya que esa habilidad casi nunca se nos enseña, y terminamos practicando el monólogo más que el diálogo, y la imposición antes que la búsqueda de acuerdos. Decía el maestro Salvador Novo que el monólogo equivale a la autosatisfacción erótica, que es estéril, mientras que el diálogo, que involucra a la escucha, es como un acto de "copulación fructuosa".

Escuchar es estar abierto a lo que los demás tienen que decir, y ser receptivo a sus mensajes y a su retroalimentación. Sólo así se puede ser empático, y sólo siendo empático se solucionan los problemas con las personas, ya que la empatía implica apertura, flexibilidad y humildad para aceptar que la razón también puede estar del otro lado.

Hablar y escuchar bien, entonces, permiten una comunicación plena, y conducen a las partes en conflicto a replantear la forma como perciben la realidad, buscando puntos de acuerdo que puedan eliminar las diferencias y ensanchar el marco común de referencia.

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